Desde el próximo 16 de mayo a las 13:00h, dentro de las actividades programadas por el Día Internacional de los Museos, quedará oficialmente abierta al publico la exposición En los Bosques de mi Mente de Jesús Ortega, en el Museo de Obra Gráfica de San Clemente
El Museo de Obra Gráfica de San Clemente, presenta a partir del próximo jueves 16 de mayo dentro de las actividades del Día Internacional de los Museos, en su espacio vitrinas, la exposición temporal En los bosques de mí mente, del artista conquense Jesús Ortega.
En el año 2014, Jesús Ortega realizó una exposición en las salas temporales de la Fundación titulada Los números del espacio, que tuvo una gran acogida entre el público de la Fundación. En esta ocasión, nos presenta una serie de obras de menor tamaño, principalmente libros realizados en los últimos años.
La exposición En los bosques de mi mente, que ya pudo verse hace unos meses en el espacio vitrinas de la Fundación Antonio Pérez en Cuenca, llega al Museo de Obra Gráfica de San Clemente el próximo jueves 16 de mayo, pudiendo ser visitada hasta el 14 de julio de 2019.
Ante el espejo, el Yo se desborda en aire, delicadas volutas, espirales de brisa, caminos angostos, espacios cerrados… Ese Yo entonces se queda vacío, anegado en negro; aunque a veces, solo a veces, refulge con luz de marfil: al pairo, las velas recogidas y largas las escotas, en el proceloso mar donde zozobran los sueños.
Sabes quién eres. ¿Lo sabes? Ante al espejo, quizá, una imagen amarrada con empeño a una mísera alcayata. Delante, luz y nada, el otro suspira, lo oyes respirar tras de las manchas. De repente, uno de los dos estalla para llenar al otro. Te sientes vacío, ajeno, Expulsado de un mundo que nunca fue tuyo. El otro Yo se llena, se hace carne. Existe. Vive en plenitud.
Enfrente, inverso, tras el espejo, el ser es otro, siempre joven, siempre hermoso, un Narciso de mármol refulgente bajo la luna. Sometido, como la hierba al rocío. Cuando el Yo se aleja, ¿qué queda en el cristal azogado? Un ser que no es, una muestra de rayas blancas y negras, primigenias, puras.
En ese hueco, justo ahí, entre los límites del marco estaba el Yo; el destino, inmisericorde, lo ha arrojado del otro lado, ha traspasado la barrera; a su alrededor, confusión y ruido, la solemnidad del vacío, la madurez del pintor que aspira al equilibrio inestable. El Yo, tu Yo, ha regresado adonde la libertad anida para empezar de nuevo, sin ataduras, las manos libres, ágil la muñeca. Tras el espejo, anhelos y luces truncadas.
Si estás frente a mí, eres conmigo alguien que dialoga en silencio. Contra mí, cerrado el espacio, no existes. De espaldas, ignorado, desapareces del mundo. Soy lo que percibo, tú te has ido, te has escondido en el caparazón que, piedra a piedra, has levantado en el alma para contenerte; afuera, el Yo ha devenido en copia alterada, en reflejo especular e iracundo.
Contra es enfrente, del otro lado, oposición. Inversión simétrica, incomunicación permanente, quizá silencio, quizá murmullo imperceptible. Yo a lo mío. Qué es lo mío sino disolverme en ti, quedarme vacío para que tu existas libre e íntegro, para que cada uno, como la mar de Valery, recomience cada día.